También la comercialización cumple con unos criterios mínimos de sostenibilidad económica, ambiental y social. En primer lugar, consideramos la economía a nivel rural, no tanto como el desarrollo de capacidades para vender mucho, sino en comprar poco! Es decir, que está basada más en el “ahorro” al depender más de recursos internos que de afuera. Además se debe haber superado la fase de la economía pobre. O sea, pasar de la venta de productos no procesados a los procesados. De igual manera se mantienen los criterios de sostener una producción y venta permanente de productos en lo local, en vez de la distante que implique gastos en el transporte, contaminación y alta competencia comercial.
Por los motivos anteriores, la comercialización no ha sido el mayor cuello de botella. Ha sido innovadora, dado que la estrategia de venta está asociada a la diversidad y curiosidad de compra de las decenas de personas que a diario visitan la granja. Por otro lado, existe una demanda generalizada de los productos alimenticios, medicinales, orgánicos, literarios y de souvenirs que allí se procesan por su alta calidad, originalidad, precios y presentación. Además, porque corresponden a una cadena de efectos que se derivan desde los campos fértiles y productivos de la finca, la belleza del paisaje, la tecnología, el saber y la cultura de la vida, así como desde el mismo intento empresarial de recuperar la dignidad y el aprecio por el campo. Todo ello, tratando siempre de encontrar un equilibrio entre el desarrollo de la economía local y la protección del medio ambiente local, así como el bienestar social local.