El suelo es precisamente el hogar de millones de bacterias, hongos, lombrices y múltiples obreros que aceleran la degradación de la materia orgánica hasta convertirla en alimento para las plantas. Esta obra paciente y milagrosa de evolución y perpetuidad de la vida, invirtió millones de años para llegar a desarrollar la perfección de cada especie macrobiótica y la formación de cada granito de tierra.
Se estima que un metro cuadrado de suelo vivo contiene 10 millones de nematodos, 100 mil colémbolos, 45 mil anélidos y unos 40 mil insectos y ácaros. Así mismo, un gramo de suelo vivo contiene unas 500 mil bacterias, 400 mil hongos, 50 mil algas y unos 30 mil protozoarios.
Todos estos organismos vivos ayudan a perforar y estructurar el suelo, permitiendo la entrada de agua, aire y raíces. Participan en la descomposición y en la humificación de desechos orgánicos. Mezclan partículas orgánicas, minerales y microorganismos, formando agregados estables y heces enriquecidas con vitaminas, hormonas, sustancias antibióticas, fermentos y enzimas, fundamentales para la salud de las plantas y a la vez para las bacterias y hongos, responsables de movilizar el fósforo en el suelo. Además neutralizan el pH del suelo y regresan los nutrientes lixiviados a la superficie del suelo, a través de sus excrementos. En efecto, el éxito productivo de la finca, ha radicado en devolverle la vida al suelo, con materia orgánica, estiércoles y residuos vegetales, a través de los sistemas agroforestales, así como Abono Fermentado Orgánico Sólido (AFOS), Humus líquido, Biofertilizante y Bioregulador de insectos a base de Baccillus thuringiensis (Bt), entre otros.