Una vez arropados el suelo, los humedales y orillas de caños con toda suerte de cubierta vegetal, en esta misma medida se generaba alimento, abrigo y las condiciones esenciales para la vida de los insectos. Desde entonces comenzaron a llegar miles de hormigas, termitas, arañas, avispas, abejas, mariposas, escarabajos, saltamontes, tijeretas, libélulas, langostas, grillos, ranas, lagartos, serpientes e infinidad de esplendorosos insectos diurnos y nocturnos.
De igual manera fueron llegando una majestuosidad de aves como el gallito de agua que vemos arriba, multicolores garzas, tucanes, loros, pericos, pavas, martín pescador, águilas, gavilanes, perdices, mirlas, colibríes, palomas e incluso las hermosas guacamayas. Más tarde apareció el oso hormiguero, ardillas, guatines, chigüiros, lapas y micos. Muchas de las aves y los mamíferos llegaron del vecindario, huyendo de los cazadores. Pero la mayoría se refugiaron por el cariño, la admiración y la comida que ofrece la finca.
Todo lo anterior demuestra que entre todos los seres vivos se desarrolla una serie de relaciones interdependientes, sin que la una pueda existir sin la otra. Se comprueba que la diversidad es imprescindible para la supervivencia de cada una de las especies y para mantenerse en equilibrio. De esta manera, todos los seres vivos cumplen una función específica y fundamentada en el lugar donde habitan. Cuando se elimina una especie, se ponen en riesgo las demás que dependían de ella. Dañar un solo elemento, afecta todo el sistema. De ahí el llamado a proteger cada una de las especies vegetales y animales que habitan nuestras fincas, nuestro territorio y todo el universo.